domingo, 31 de octubre de 2010

Metro

Fugaz carro con gente dentro
su rumbo fijo no lo hace eterno. Duermo.
Medio oigo, medio veo,
el paseo indiferente de las caras
que van ingresando a mis sueños.

Las voces también se mezclan
en retazos mal sumados
en villancicos fuera de estación,
discurso aleatorio de significados nuevos
como las piedras al fondo de ese huerto.

Me gusta este dormir anónimo
en que las culpas y los sueños
se suspenden entre las estaciones.
Ya llego... Despierto.

Ahora me estruja fuerte la rutina.
Cómo añoro el asombro, el caos
que al final da más vida que el orden
metódico, rítmico, cíclico, simétrico,
todo en su vaivén, en su ir y venir

sólo es distinto en milésimas de grado.
La sorpresa, en cambio, irriga
como la subida inesperada
a las riberas sedientas de desvíos
de virajes extraños impensados.

Veo desdibujarse los espíritus
pero este oasis es eterno
no termino nunca de recorrerlo.
Predecible, correcto, lleno
de personajes bien peinados
acallando su desaliento.
Hasta en el canto,
hasta aquí,
el tedio.

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